viernes, 19 de junio de 2015

Contempo…

De lo no-sucedido a lo ya-ocurrido.

Sensaciones/imágenes se cuelan al presente, pero a bordo de la bici.

A los 13 años procuraba circular sobre la Avenida Guerrero por el carril de extrema izquierda, desde Flores Magón hasta el Eje 1 Norte, sin miedo, siempre y cuando mi hermana Liz me prestara su bonita bici de ruta (de carreras como decíamos antaño) de color rosa, la cual una noche fue cínicamente robada por el infeliz Destroyer. En esa bici, por ejemplo, ya había experimentado un gran vuelo y aterrizaje frente a la Parroquia de Nuestra Señora de Los Ángeles. Mi juvenil esbeltez en short toleró, esa vez, sangre molida en la cresta iliaca, rodillas, codos, palma de las manos y barbilla. Regresé a pie y entregué, con pena, la ya repuesta bici.

De manera parecida aproveché una temporada la también bici de ruta de mi hermana Ara, plateada y de cuadro bajo, con la que, ya en ese presente, me adelantaba yendo sin parar de mi casa a la Fuente de Petróleos. ¡Esa era, en esos/estos años, mi hazaña! En esa bici mi bajito hermano Toto, quien había aprendido a andar por dentro del cuadro de la “unidad” del Borjita, ya podía pedalear sin problemas.
Poco antes yo ya había tenido una bmx Mongoose. Bueno, pirata Mongoose. Me la habían traído los Reyes Magos un 6 de enero, trágico, en el que, en la todavía madrugada, mi hermano Alex me susurró/reclamó, muy triste, que él también quería una bici (y él no nunca tuvo una). En esa pirata retábamos a Raúl a las carreras a la manzana. Todavía se asoma la imagen festiva de sus “Reyes” cuando le trajeron su bici con rines amarillos, precursores de los presentes Aerospoke 
 
Pero, regresando a las primeras sensaciones/imágenes, la última vez que circulé sobre Guerrero a toda velocidad fue el día me encontré a una compañera de la escuela en la calle. En la esquina de Flores Magón y Guerrero ella me sonrió e, inmediatamente, le di a los pedales hasta lo que mis piernas y corazón pudieron. Un tiempo (futuro real-izado) hizo que nunca pudiéramos hablar en la escuela. Es más, ni siquiera una vez más nos vimos a los ojos.

Este martes, de regreso de CU en mi Darks, no hubo ganas algunas de ir rápido sobre las avenidas. Ahora sé que fue porque el pasado (actual-izado) se había colado ya al presente. Ya no hubo sonrisa. Ya no oí voz alguna. Ya no hubo miradas. Es que el presente ya había pasado.